Si sabemos nadar, ¿por qué arriesgarnos a hundirnos en el pozo energético?

12/03/2012

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Pongamos que nos hemos caído en un río de aguas gélidas y rápidas. No hacemos pie pero hay una rama bajo la superficie del agua que nos permite mantenernos anclados sin que nos lleve la corriente. Notamos que el nivel del río está subiendo y el agua está cada vez más fría. En estas condiciones es difícil reflexionar.  ¿Qué hacer?

Pongamos que tenemos una economía que se encuentra en una grave recesión y que no puede levantar cabeza, entre otras cosas porque el coste de la energía que necesita para funcionar ha aumentado en un 50% en los últimos 4 años y con esos costes no puede ser competitiva ni generar empleo, por lo tanto destruye consumo. El problema es que el coste de la energía importada tenderá a incrementarse en el tiempo. ¿Qué hacer?

De repente se nos enciende la luz: ¡Sabemos nadar! Si nos seguimos aferrando a la rama, quedándonos donde estamos, iremos perdiendo fuerza y, finalmente, estaremos tan debilitados por el frío y la corriente que nos acabaremos ahogando. Soltar la rama e intentar nadar entre la corriente para conseguir llegar a la orilla; esa es la solución.

Lo mismo ocurre con España y la energía: sabemos cómo aprovechar el viento, sabemos “nadar”  y tenemos un recurso abundante. Por una vez en la historia de la tecnología, España tiene una ventaja competitiva, tiene “fuerza”. Pero, si nos quedamos quietos ahora intentando no dejarnos llevar por el flujo de la transición energética que está viviendo el planeta (por necesidad, no por elección, ya que cada año hay 100 millones más de habitantes que necesitan energía), perderemos esa fuerza y nos iremos hundiendo sin remedio.

Nademos pues y que la corriente nos lleve a buen puerto.

Por Heikki Willstedt, director de Políticas Energéticas de AEE

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